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5 Cosas que no sabías de la historia del té

  1. El té empezó siendo una sopa

    La costumbre de beber té es tan antigua en China que existen leyendas sobre cómo comenzó. La más conocida cuenta que uno de los emperadores más queridos de China, Shen Nong, estaba meditando bajo la sombra de un árbol de camelia sinensis. Frente a él tenía una vasija con agua hirviendo y, de repente, el viento sopló, haciendo que unas hojas del árbol cayeran sobre el agua. Shen Nong notó que el agua se había transformado en un licor verdoso con un aroma delicado. Al probarlo, se dio cuenta de que sabía delicioso.


    Shen Nong, conocido por su amor a la medicina herbal y la agricultura, siempre se preocupaba por la salud y el bienestar de su pueblo. Descubrió que mezclar plantas y vegetales podía mejorar la salud, por lo que comenzó a recomendar a su gente que combinara esta planta con cebolla, jengibre, zanahoria, sal y un poco de arroz. Así fue como comenzó el consumo del té, no como una bebida dulce, sino como una sopa salada.



  2. China pudo haber inventado el té, pero Japón lo redefinió y le dio un significado más profundo


    Aunque China fue el primer lugar en cultivar y consumir té, fue Japón quien lo llevó a otro nivel. La primera expansión del té se dio gracias a los monjes budistas de la rama zen, quienes lo llevaron a Japón. Allí, debido a sus condiciones climáticas, era más sencillo producir té verde. Se dieron cuenta de que, si pulverizaban las hojas, el licor era más fuerte y les ayudaba a mantener la concentración durante largos períodos de meditación.


    Sin embargo, no fue hasta dos siglos después, cuando Sen no Rikyū transformó el té en un ritual zen. Este ritual se convirtió en una forma de meditación activa: batir el té con un bambú invitaba a la concentración, servirlo promovía el respeto hacia los demás y beberlo fomentaba la reflexión.


    Además, el ritual japonés se centraba en dos aspectos profundos. El primero es la importancia de apreciar el momento presente, pues es una ocasión única que jamás de repetirá. Podrás beber té de nuevo, pero será en otro lugar, con otras personas, o serás una persona diferente, transformada por los aconteceres de la vida. El segundo es la belleza de lo imperfecto. En el ritual japonés, se incluye la ruptura de una vasija, que luego se repara con oro antes de preparar el té en ella. Esta acción nos invita a apreciar la belleza en la imperfección: ahora esa vasija es única, y los hilos de oro que la recorren la hacen aún más hermosa. Esas cicatrices doradas son un símbolo de aquello que te destruyó, pero también de cómo te has restaurado y de lo que has aprendido. Las cicatrices te hacen más fuerte, valioso y único.



  3. El té es más portugués que inglés

    Portugal fue uno de los primeros países en establecer rutas comerciales con China e India, lo que hizo que el té fuera una bebida común en la corte portuguesa. Aunque el té ya era conocido en Inglaterra, no se popularizó hasta que Catalina de Braganza, una princesa portuguesa, se casó con Carlos II de Inglaterra. Catalina llevó consigo la costumbre de beber té y lo introdujo en la corte inglesa, acompañándolo con galletas, panes y panecillos, lo que permitía disfrutar de un rato agradable con otras mujeres de la corte. Fue así como nació la famosa “hora del té” en Inglaterra, que comenzó entre las clases altas y más tarde se extendió al resto de la sociedad.



  4. El té desató el movimiento de independencia de Estados Unidos

    Durante la época colonial, tanto Francia como Inglaterra intentaban expandirse en América del Norte, lo que dio inicio a la guerra franco-indígena. Francia se alió con tribus indígenas para combatir las colonias inglesas. Inglaterra apoyó a sus colonias enviando soldados y, tras la victoria, se encontró con una gran deuda debido a las guerras. Como solución, Inglaterra impuso que en agradecimiento al apoyo proporcionado durante la guerra, las colonias debían comprar el excedente de té que Inglaterra tenía almacenado a precios bajos, pero con la condición de pagar un impuesto como castigo por el té de contrabando que se había comprado a Holanda, eludiendo los aranceles británicos.


    Esta medida enfureció a los colonos, quienes se disfrazaron de indígenas americanos y subieron a un barco cargado de té, arrojando 45 toneladas de té al mar en protesta, este evento es conocido como la Boston tea party. En respuesta, Inglaterra cerró el puerto de Boston como medida de presión, pero esto solo intensificó el sentimiento de rebelión, impulsando finalmente el movimiento de independencia de las colonias.



  5. Beber té en bolsita empezó como un accidente

    En 1908, Thomas Sullivan, un refinado comerciante de Nueva York, comenzó a enviar muestras de té a sus clientes en bolsitas de seda, pensando que sería más elegante que las latas tradicionales. Sin embargo, para reducir costos, decidió usar bolsitas de gasa en lugar de seda. Algunos de sus clientes, confundidos, infundieron las bolsitas con el té sin abrirlas, y al probar el sabor, quedaron satisfechos con la conveniencia de las bolsitas. Este pequeño accidente llevó a Sullivan a producir estas bolsitas en masa, añadiendo un hilo para que los clientes pudieran sacar fácilmente la bolsa de la taza. Así nacieron las populares bolsitas de té.


La historia del té me ha hecho reflexionar sobre cómo una sola bebida ha sido adoptada por tantas culturas. Cada una la ha adaptado a sus propias tradiciones: pulverizándola en Japón, mezclándola con especias en India, agregándole burbujas en Taiwán, sirviéndola fría en Estados Unidos, o, más recientemente, combinando matcha con chocolate, leche y frutas. Sin embargo, en su esencia, sigue siendo té.


Lo mismo puede decirse de nosotros, los seres humanos. Cada grupo étnico se ha adaptado a su clima, creencias, tradiciones y lenguajes. Sin embargo, independientemente de nuestra religión, nacionalidad o creencias, en nuestra esencia todos somos iguales. Somos personas que buscan pertenecer, que desean amar y ser amadas, que experimentan la vida y aprenden de sus desafíos.


Entonces, ¿por qué, en lugar de dividirnos en “nosotros,” no nos damos la oportunidad de abrazar la diversidad, de aceptar las diferencias y de celebrar nuestras similitudes?


¡Que viva la diversidad!



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